Para potenciar la autonomía en la vida cotidiana del niño estudiante, partimos primero de vivir en un mundo cambiante, que hace que cada niño se cuestione cada vez más las formas con las que enfrentan los desafíos y los cambios que estos traen.
Con esta idea nos damos cuenta de la necesidad de fortalecer recursos adaptativos en cada uno de nuestros estudiantes, para que puedan enfrentarse a los diferentes retos de la vida real, seguros y conscientes de sus propias emociones.
Así, desde la educación, se ha visto indispensable favorecer el desarrollo de niños independientes, capaces de tomar decisiones propias en lo académico, familiar y personal. La autonomía se convierte en una dimensión significativa de adquirir y fortalecer en cada uno de los momentos del desarrollo de los estudiantes.
Al hablar de autonomía es común definirla como la posibilidad de elegir entre múltiples opciones, y aunque en efecto es propio de la dimensión, también se propicia que sean estudiantes capaces de conocer sus fortalezas y debilidades, y de integrarlas en sí mismos y en los otros de manera saludable.
Además, la posibilidad de ser autónomos involucra el poder argumentar sus elecciones y recorridos, por eso es importante pensarnos qué necesita cada uno de nuestros hijos para favorecer su propio proceso de autonomía.
Desarrollando la autonomía en la vida cotidiana del niño estudiante
Sabemos que no nacemos autónomos ni que es una habilidad que aparece en una edad determinada; el niño necesita tener espacios para favorecer el desarrollo de su propia autonomía.
Se tienen en cuenta los recursos emocionales que cada uno ha podido construir para afrontar las situaciones:
- Formas de adaptarse.
- Capacidad de autorregulación.
- Reconocimiento de sí mismo.
- Estrategias que utiliza al momento de enfrentarse a las cotidianidades de su vida.
Un estudiante autónomo es, aquel que puede tomar decisiones de manera consciente, reflexionar sobre las propias sin depender de otro, anticipar las acciones para realizar una tarea, planificarla, focalizarse en las dificultades para resolverla, pedir ayuda en caso de que lo perciba necesario y apoyarse en los aspectos donde se siente seguro.
Pensarnos en la necesidad de fortalecer los procesos de cada uno de los niños y niñas frente a la autonomía no se trata sólo de enfocarnos en esta como un recurso para asumir las actividades académicas, sino que tiene significado cuando se proyecta sobre la vida de cada uno.
La unión entre el contexto familiar y el educativo permite que se acuerden estrategias para potencializar esta dimensión como propósito en el aprendizaje, al igual que saber cuándo y cómo utilizarlas.
«Los estudiantes se pueden dar la oportunidad de asumir como propio el placer por aprender, el deseo de saber más, la capacidad de asombrarse junto con la curiosidad, impulso a la autorrealización y afirmación de sí mismo»
(Anijovich et al., 2004).
Recomendaciones
Compartimos algunas recomendaciones que promueven espacios para el desarrollo de esta autonomía:
- Incentivar a los estudiantes a informarse sobre su plan de actividades diario, semanal.
- Acompañar en el proceso de organizar y administrar su tiempo, que pueda lograrlo sin estar necesariamente con el adulto.
- Plantear actividades que exijan la resolución de un problema o buscar alternativas a dificultades de la vida real.
- Evaluar junto con el estudiante el cumplimiento de la planeación que cada uno ha propuesto.
- Permitir que el estudiante pueda verbalizar la secuencia de pasos para la realización de una tarea, al igual que las estrategias que ha decidido utilizar.
- Acompañar en la organización del tiempo frente a la exigencia o a lo que considera que necesita para cada una de las materias.
- Dialogar acerca de sus fortalezas y aspectos a mejorar para enfrentarse a las actividades académicas y de la vida cotidiana.
Nathaly Bejarano
Psicóloga Primary
